Entre los hijos de Jacob, floreció una raza singular, una raza especial, concebida para procrear a una doncella de increible pureza, descendiente a su vez de mujeres cándidas, tan transparentes como el agua. He aquí la historia sobre la genealogía de la tan ansiada niña prometida.
La Virgen María, ícono de la Fe indiscutido de la Iglesia Católica, marcó desde el principio de los tiempos a hombres y mujeres aún cuando no existía la misma Iglesia.
Poco se sabe acerda de la existencia de profecias de quién debía ser la madre del Salvador, hay quienes dicen que estas ni siquiera existen pero esto es porque niegan su virginidad inmaculada más que nada o la divinidad de Jesucristo y lo relegan al papel de un simple profeta.
A saber, el Antiguo Testamento de la Biblia Católica está repleto de profecias sobre una doncella en particular, entre ellas la de Isaías, un profeta que fue excluido de las Sagradas Escrituras de los judíos actuales porque los antiguos rabinos no querían reconocer a Jesús como el mesías esperado.
De hecho el niño Jesús y la niña María fueron infantes sobrenaturales, muy esperados y ansiados, tanto que la tradición narra que desde los tiempos de Adan se vislumbraba la promesa de sus llegadas futuras para la concreción del plan de redención de los hombres. Claro está que su concepción no fue humana, fue una obra divina. Jesús fue el niño de la promesa y María su madre también correría su suerte.
Para la doctrina católica Jesús Dios no debía tener cualquier madre humana, sino una tan especial como lo es él, algo tan grande debía tener el mejor envase puro que haya podido existir y para esto la sangre de los hombres debía ir perfeccionandose a través de generaciones.
Adan y Eva cayeron y con ello lo hizo toda la humanidad, el género humano estaba perdido, todos eran pecadores. Existen fuentes católicas que establecen que Adan tenía visiones con respecto a la posibilidad de la salvación y en ello vislumbraba ya desde entonces la redención por medio de un niño, el hijo de Dios que debía nacer de una virgen de su raza. Por eso ansiaba tanto que su mujer Eva le diera una niña, para poder concretar ese anhelo y cuando de hecho Eva dió a luz a una niña, vió en ella la esperanza de la niña de la promesa que llegará un día. Ese conocimiento sobre la redención y de conservar una descendencia pura se fue perpetuando en generación tras generación entre las mejores familias a pesar de que la mayoría de los hombres se fueron sumiendo peor en el pecado y la abominación de las formas idolátricas de los tiempos.
Tal era la preocupación por conservar la pureza de la descendencia, que desde entonces se conservaron estrictamente las genealogías de Adan a los padres de Jesús aunque pasaron decenas de generaciones. Estas inscripciones sobre las genealogías eran guardadas como un tesoro más y está dicho que inclusive era una de las joyas mejor celosamente guardadas en el Arca de la Alianza que era una de las formás más primitivas de referirse a la Virgen María.
La Virgen María y José, su casto esposo, eran primos por línea paterna ya que sus padres eran de la tribu de Judá, se acostumbraba entonces a no elegir a cualquiera para casar a una chica, y más todavía a esta que era especial. Los hebreos de entonces también se casaban con gente de su misma familia por razones de mantener la pureza racial de acuerdo a la prerogativa divina. Continuamente en la Biblia, en el Antiguo Testamento se hace incapié al pueblo hebreo de no juntarse con otros pueblos para no mancharse con sus abominaciones, razón por la cual desposarse con extranjeros era muy mal visto.
La promesa de que el salvador debía provenir de la tribu de Judá era patente, pero no todos los antecesores de Jesús que fueron de la tribu de Judá fueron intachablemente santos, y es cierto que los hubo pecadores. No obstante la línea materna de la Virgen debió mantenerse inexcusablemente pura. Las mujeres debían ser recipientes puros para mantener la promesa. Para esto desde los tiempos de Moises, dice Emmerick que Dios eligió a la tribu de Leví para continuar con la línea materna del Salvador, por lo tanto las doncellas de las cuales descendería Jesús debían casarse con Levitas.
Aquellos representaban una casta sacerdotal de hombres igualmente puros, y lo debían ser porque otra de sus funciones era la de ser guardianes del Arca de la Alianza, caso contrario de no ser lo suficientemente puro podían perder la vida si osaban profanarla con sus manos tintas en impurezas.
De esta casta salieron los esenios, la raza de profetas de los tiempos bíblicos. Los esenios practicaban ritos similares a los que hoy se efectivizan en las Iglesias Católicas, curaban enfermos a la distancia, repartían bendiciones y lo curioso es que nunca tomaban contacto con sangre de animales. Para los sacerdotes de aquella época las ofrendas consistían en sacrificio de animales, sin embargo los esenios no degollaban animales, su ofrenda consistían en soltarlos en libertad y disfrutar así de su felicidad y alegría.
De ellos salieron profetas y hombres muy santos. Sus sacerdotes estaban encargados de elegir los esposos a las mujeres de su grupo pues no se podían casar con cualquiera, practicaban la pureza y la continencia entre otras cosas.
Las mujeres por parte de la familia materna de Jesús eran famosas por su pureza y belleza producto del esmero de estos sacerdotes y por su puesto de la Voluntad Divina. Estos hombres de por cierto, que se encargaban de la elección de los esposos, debían ser hombres muy santos y siempre actuaban bajo inspiración divina.
La abuela de Jesús, Santa Ana, fue la primera en casarse con un hombre que no procedía de su tribu sino de Judá y que era descendiente de David, de familia de origen noble. Luego lo fue la Virgen con su putativo esposo, José, que también procedía de la realeza davínica.
Las niñas de estas familias castas y puras era criadas en ambientes exentos de impurezas, para lo cual se las enviaba de pequeñas a los templos para proseguir su educación hasta cuando fueran adolescentes y se las casara. En esos días no existían los conventos ni las monjas, la misión primordial de los judíos era casarse y tener hijos. Era impensado conservarse eternamente virgen. En realidad el hecho de que la Sagrada Familia fuera pura, casta y santa sugirió la idea después de consagrarse enteramente a Dios.
Y María, de entre las doncellas de estas gentes fue la más pura, la más bella, la más perfecta pues debía ella portar al Redentor. Se dice que los patriarcas del pueblo hebreo tuvieron visiones con respecto a esta niña especial. Ellos al igual que sus sucesores siglos más tardes también la llamaron la "niña de la promesa".